NAVIDAD 2023

NAVIDAD 2023 EL RELATO 80 concienzudo a los pies del santo patrón entre mulas, ovejas, gallinas, cerdos y una veintena de pastores festoneados en prusias y dorados, en contraste con los cobaltos y celestes de los humildes arrendatarios del pesebre. Sobre ellos, Portales se había permitido una única alegría: el ángel con el que ganó su primer concurso, en los tiempos de Velasco Verdaguer, brillaba en lo alto revestido con una banda turquesa en un guiño al espíritu de aquella época. Eran las 22:55 cuando con el 98,5% de los votos escrutados se computó en el sistema informático la última urna del Colegio los Doce Linajes, sito en Soria capital. De golpe bailó un escaño. De golpe, la ajustada mayoría absoluta saltó por los aires. De golpe y por lamínima, la coalición en el Gobierno iba a poder seguir siendo coalición e iba a seguir en el Gobierno. Soria dictaba sentencia. Laministra, que con su séquitohabía optado por vivir la previsible derrota en elMinisterio, tuvo que salir rauda condirección a la sede el partido. No podía faltar en la foto de carcajadas estentóreas y aplausos desaforados al redivivo líder del partido. Bajó la escalinata central dando saltitos rodeada de corifeos y se apareció tras el belén justo cuando Ginés, ajeno a todo, terminaba de aposentar los pies de San José. “Nos vamos a celebrarlo”, le gritó con retintín Eduardo, director de Comunicación de la ministra, al frente de toda la corte. Ginés Portales se quedó aliviado al no haberse detenido la ministra a observar su obra, hasta que la puerta principal se cerró de golpe y con los altos cargos perdiéndose en las sombras de la noche se repitió las palabras de Eduardo: “Nos-vamos-a-ce-le-brar-lo”…y despertó enmitad de su peor pesadilla. Lo encontró Conrado Cobo, recostado en el pedestal del santo patrón, con los ojos enblanco e hiperventilando. “Qué hago, qué hago…”, mascullaba fuera de sí. “¡Portales! ¡Portales!”, le gritaba el guarda a lapar que le agarrabapor los hombros y le zarandeaba. “Dime que no es cierto, Conrado, dime que no es cierto” comenzó a inquirir Portales en plena recuperación del sentido. “¿El qué, por Dios, el qué?”, le respondía el guarda, hasta que comprendió lo que estaba pasando y acertó a darle la esperada explicación: “Lo siento, Ginés, lo siento, pero no va a haber cambio de color. Tenemos ministra para rato”. Enmudecido y con los ojos acuosos quedó Portales de pie frente al belén. Fue posando la mirada, figura por figura, mientras le declaraba una a una la rendición. Ahora bien, en el último instante, refugiado en el pesebre, creyó tener un arranque de lucidez. Echó a correr, subió hasta su mesa y al instante regresó con una inmensa estrella tachonada de adornos bermellones y granates y conservada de unviejo árbol que antaño se colocaba en una de las entradas laterales. Arrancó Portales el lucero de perfiles índigos colocado apenas hacía una hora y plantó en lo alto del portal la estrella roja con una de sus puntas clavada entre las ramas que hacían de tejado. Con la misma resolución, sacó del bolsillo varios espumillones también colorados y ayudado por una escalera de mano los situó en las cuatro esquinas cenitales del hall. Para sostener uno de ellos se apoyó en la famosa cámara de seguridad, detalle en el que no reparó en ese instante un anodadado Conrado Cobo. Nervioso, Portales aseguró una última vez la desproporcionada estrellaydesesperado se convencióde que conese detalle lograría el perdón de la ministra. Aún así, esa noche no durmió. Al día siguiente el bedel creyó haber sofocado el incendio. Nadie hizo comentario alguno en el Ministerio sobre el belén, con toda la plantilla volcada en las conversaciones sobre el resultado electoral. Parecía que todo iba a quedar en una anécdota, hasta que esa noche alguien sacó la guadaña para dejar como huella la cabeza de San José. VII Del descubrimiento y la posterior agitaciónministerial no hace faltadarmásdetalles. LoúnicoadestacaresquePortalesyamuy avanzada lamañana, tomó la cabeza envuelta enel clínexmentolado y, hundido, p i d i ó permi so para salir antes. Le fue concedido. Todos podían imaginar su estado de nervios. Quiso huir el bedel por la puerta principal para echar un último vistazo al belén y, tal y como hiciera la noche electoral, recorrió con la mirada figura por figura, manto por manto, azul por azul, mientras se preguntaba dónde estaría el cuerpo y le martilleaba el mismo pensamiento: “Tenía que haber sido suficiente, la estrella roja tenía que haber sido suficiente, la estrella, tan grande, tan roja, debía ser suficiente, o no, o servir para resaltar aún más la marea azul, con una estrella discordante, una estrella estrambótica, una estrella maldita, una estrella roja, una estrella …”,

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