NAVIDAD 2023

PorMIGUEL JUANJIMÉNEZROLLÁN (*) I A San José lo decapitaron no antes de las 00:30 y no más tarde de las 03:43. A las 00:30 ya no quedaba nadie en el Ministerio; la última en salir, como siempre, había sido la ministra. A las 03:43 fue cuando en plena ronda, Conrado Cobo, guarda de seguridad con placa número 2412, se había acercado al belén para apagar las luces, tal y como estaba indicado en el protocolo actualizado el lunes 15 de diciembre, momento en el que descubrió que el niño Dios se había quedado huérfano. Al principio parecía más bien una espantada, un “cariño, me voy a por tabaco”, un salir por piernas ante la presión y el no poder soportar ni más miradas ni más prejuicios. Así se lo figuró con humor el guarda. La huella de la peana se hundía pesada y amarillenta entre el verdor del musgo que la circundaba. María permanecía impertérrita con los ojos puestos en el pesebre y Conrado Cobo se aproximó por ver si el pobre carpintero se había vencido hacia atrás. Fue en ese momento cuando en el afán por escrudiñar en el interior del portal, con todo el cuerpo volcado sobre el misterio, su pie derecho se introdujo con cierta brusquedad por bajo de la faldilla de raso que cubría el catafalco. Topó entonces la punta de su mocasín negro con un objeto de sonoridad pétrea que rodó estrepitoso sobre el marmóreo enlosado y emergió por el otro lado de la faldilla como cuando al guarda se le caían del pantalón las monedas del café, cada mañana al desnudarse para meterse en la cama. Todavía giraba sobre sí mismo el objeto cuando Conrado Cobo llegó a su altura, primero intrigado y luego con cierta mueca de espanto, pues sus dedos índice y pulgar terminaron por sujetar la cabeza pulcramente guillotinada del eterno padre putativo. II “¿Y el cuerpo”?, fue lo primero que preguntó a la mañana siguiente Ginés Portales. “¿Dónde está el cuerpo?”, inquirió con dramatismo el bedel ante la playa de adjuntos que antecedía al despacho de la subsecretaria. “El cuerpo ha desaparecido”, sentenciaron todos a coro y sin levantar el rostro de las pantallas. Hundido, Ginés Portales salió al pasillo, justo cuando el ambiente comenzaba a ser irrespirable, justo cuando la atmósfera se retorcía densa y ponzoñosa, justo cuando el primer café de la jornada había tenido que ser servido a la desesperada en todas y cada una de las máquinas sin poder esperar a la sacrosanta hora del desayuno, tal fue el atómico estallido en cuanto en Servicios Generales leyeron el parte del guarda. A esa hora ya murmuraban NAVIDAD 2023 EL RELATO 76 SAN JOSÉ DECAPITADO (MISTERIO EN EL MINISTERIO)

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