2024 | NAVIDAD 80 EL RELATO Por MIGUEL JUAN JIMÉNEZ ROLLÁN I Llegó la invitación hace tres días y, la verdad, quedó perdida en la oscuridad del buzón. Es que ya ni el banco escribe cartas. Aún así, es curioso que en la mayoría de las casas los buzones sigan cumpliendo una íntima función: gritarle al mundo que vives ahí, que aquel es tú reducto, que en ese espacio infinitesimal está tú hogar. Es cierto que las placas de concienzudos nombres y apel l idos las sostiene un espacio vacío, o a lo más l leno de intrascendentes papelajos, pero como muchos sólo se acuerdan de él en el momento de trasladarse a la nueva residencia, tal vez sea una metáfora del reto de llenar cada nueva morada de cosas importantes. Con todo, el buzón de nuestro protagonista suele tener más tráf ico de lo habi tual . Su padre, semanalmente, pese a su inexorable Parkinson, sigue hojeando diariamente el periódico, sigue rasgando y troceando artículos de interés, sigue haciendo anotaciones con bolígrafo negro en los márgenes y sigue introduciendo los recortes en sobres, pegando los sellos, escribiendo las direcciones con admirable trazo firme y enviando las cartas a hijos y nietos como cordón umbilical. La de hoy podría ser una de esas cartas, pero la dirección no está escrita con bolígrafo negro; arriba a la derecha no hay sello, solo un prefranqueo; y el sobre es de formato longitudinal. A todas luces debiera ser publicidad, pero el gramaje despide cierto aire íntimo y las letras tienen apariencia de haber sido estampadas con alguna Olivetti recién desempolvada. En el más allá de los cuentos perdidos
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