NAVIDAD 2022

89 NAVIDAD 2022 EL RELATO —¿Pero cuándo has hablado tú con él? Más bien hablaba él contigo. Tú nunca decías nada. —Pues eso, lo decía él todo. —Cierto, pero a veces no es fácil compartir cosas con un padre y tú, tío, tú no sólo has compartido muchas cosas sino que sigues compartiéndolas. —¿Tú crees? —Pero, ¿no lo ves? Yo le tengo cariño a tu padre, ¿sabes? Nos conoce a todos desde los 6 años. Nos ha visto crecer. Nos traía merienda a todos, nos cuidaba. Nos llevaba siempre en el coche. Me quedé mal el otro día porque me llamó por mi nombre y no lo reconocí. —¿Qué te dijo? —Pues más o menos que aún sigo sabiendo ponértela. —Parece que el viejo tampoco se ha olvidado de aquello. Vaya golazo, ¿eh? —No creo que sea por cómo fue el gol. —Entonces, ¿por qué es? —Habla con él. Se lo merece y seguro que te lo explica. Así se lo dije y creo que le llegómuy adentro porque no te vas a creer lo que pasó el día antes de Nochebuena. ¿Tu sabías que cada 23 de diciembre en el Alburaca siguen haciendo todos los años el Torneo deNavidad? Acuérdate que llamaban siempre a otros equipos del barrio y al ganador le daban una copa grandísima y había medallas para todos los que jugaban y luego rifaban siempre aquella cesta de cuatro pisos llena de jamones, chorizos y turrones, que nos tocó un año y estuvimos comiendo peladillas hasta el día de antes de irnos de vacaciones de verano al apartamento de la tíaPaca en la playa. Pues siguen con el mismo torneo y resulta que al final hacen ahora todos los años un partido de veteranos y me llamaron. Fue muy emotivo porque le hicieron un homenaje al “Charretas”. 96 años tiene. 96. Iba el hombre dando tumbos en una silla de ruedas. “Tomasete, ¿no saludas?”, me dijo a la que pasé sin darme cuenta a su lado. Fue escuchar su voz e instintivamente me agaché a subirme las medias. “Así me gusta”, me dijo con su voz ronca de fumador. Estaba el campo a reventar. Tienen gradas nuevas y un bar en el que ponen unas tortillas de patatas como paellas. Atronaban en la megafonía los villancicos. Correteaban decenas de niños por todas las esquinas armados con la camiseta del Alburaca, con su reciénmedalla conquistada y en unamano una bolsa de patatas y en la otra una lata de cola. Qué ambientazo. Yo creo que aquello estaba preparado a conciencia. Nuestro partido era el partido estrella. Salimos al campo al ritmo de “los peces en el río”, todos con unas ridículas camisetas en las que se leía “Julio, no te olvidamos”. La gente gritaba en la grada “Pero quién se ha muerto”, sin caer en la cuenta de que Julio es el “Charretas” y lo de “no te olvidamos” un ocurrente exceso poético. Nos quitamos todos la dichosa camiseta y, cuando vi en el rival el escudo del Urbatea, casi me da un pasmo, porque además allí estaba el 10, juraría que era el 10, los mismos granos en la cara y el mismo pelo negro aceitoso y con la misma marrullería de antaño. Cómo no, no dudaron en llamar de árbitro al calvo. Vaya barrigoncia que luce. No corría entonces, pues imagínate ahora. El caso es que el partido se fue calentando. Todo lo pitaba al revés. Nos empezó a salir el orgullo y la garra. Un penalti regalado por aquí, una doble amarilla inventada por allá, una tangana en un córner sin venir mucho a cuento

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